Esta obra representa una figura femenina que encarna fuerza, desafío y vulnerabilidad. Quise plasmar ese instante en que una mujer se planta firme ante el mundo, con la mirada desviada pero la postura segura. Desnuda, pero protegida por una chaqueta de cuero ornamentada, como si fuera una armadura simbólica que la conecta con su identidad, con su historia.
El contraste entre el fondo en llamas y el azul profundo me permitió explorar esa dualidad interna que todos llevamos: el fuego de lo emocional, lo pasional, lo que arde por dentro… y el abismo sereno del pensamiento o del silencio. Pinté el cuero con especial dedicación, porque ese material me habla de experiencia, de cicatrices, de carácter. Ella no necesita esconder su cuerpo, pero sí proteger lo que lo rodea.
En esta figura hay un eco de rebeldía, pero también de contemplación. Es una mujer que arde, pero no se quema. Que desafía, pero no grita. Que observa, y se afirma desde su centro.
El óleo me permitió modelar con lentitud y profundidad cada transición de luz y sombra, cada pliegue, cada destello del fuego. En este cuadro me interesaba lo que no se dice con palabras: esa tensión silenciosa entre lo que está por estallar y lo que se mantiene en pie.
Pinto desde la sinceridad, la observación y el oficio. Cada obra que ves aquí forma parte de un proceso íntimo y honesto.
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