En este lienzo, quise capturar la fuerza y la libertad que emanan de la unión entre la joven y el caballo en el mar. La luz del atardecer, un torrente de tonos cálidos y dorados, inunda la escena, transformando el agua en un espejo líquido y tiñendo el aire con una magia serena.
La joven, con su figura esbelta y su mirada decidida, cabalga con seguridad, transmitiendo una sensación de control y conexión con el animal. El caballo, con su pelaje blanco y su porte elegante, se adentra en el agua con brío, desafiando las olas con su fuerza.
El mar, un vasto lienzo en constante movimiento, se alza como un símbolo de libertad y aventura. Las olas, con sus crestas de espuma blanca, rugen y rompen, añadiendo un dinamismo salvaje a la escena. La línea del horizonte, donde el cielo y el agua se funden en un abrazo infinito, sugiere un viaje hacia lo desconocido, un anhelo de horizontes lejanos.
En su totalidad, la obra es una oda a la belleza salvaje de la naturaleza, a la fuerza serena de la feminidad, y al espíritu indomable que nos impulsa a buscar la libertad.
Pinto desde la sinceridad, la observación y el oficio. Cada obra que ves aquí forma parte de un proceso íntimo y honesto.
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