En este cuadro al óleo sobre tabla, he querido rendir homenaje a la tradición de los bodegones clásicos, explorando el contraste entre la luz y la sombra que define este género atemporal. La luz entra por un lateral, iluminando con precisión cada detalle y creando un juego de brillos y sombras que dan profundidad y dramatismo a la escena. Sobre una tabla vieja de madera, cuyas vetas y texturas añaden una sensación de historia y rusticidad, descansan unas naranjas que destacan por sus tonos vibrantes y su piel brillante. Estas frutas, con su intenso color y forma redondeada, contrastan poderosamente con los tonos oscuros que dominan el fondo, creando un equilibrio visual que atrae inmediatamente la mirada.

Surgiendo del fondo oscuro, unas frondosas ramas de hiedra se entrelazan, añadiendo un toque de naturaleza y frescura a la composición. Estas ramas, con sus hojas verdes y sus formas orgánicas, aportan un contraste interesante con la solidez de las naranjas y la madera, conectando los elementos inanimados con la vitalidad de lo natural.

En esta obra, he buscado no solo representar fielmente los objetos y sus texturas, sino también transmitir una sensación de quietud y armonía. Cada pincelada está dedicada a capturar la interacción entre la luz y la sombra, invitando al espectador a apreciar la belleza en lo aparentemente simple. Para mí, los bodegones clásicos son una forma de celebrar la vida en sus formas más esenciales, donde cada objeto, cada textura y cada reflejo cuentan una historia y evocan emociones profundas. Este bodegón es, en esencia, un homenaje a lo cotidiano, iluminado por la claridad de la luz y enmarcado por la oscuridad que resalta su belleza.